El artista bogotano Leonardo Ramos fue el ganador en 2014 de la beca ofrecida por ARTBO, dirigida a los artistas participantes en la sección Artecámara. El premio consistió en un taller por un año en FLORA, un espacio independiente de arte en Bogotá. Ramos fue escogido por un conjunto relativamente extenso de obras titulado Pinocchio: laboratorio de formas (2012). En este trabajo, Ramos referenciaba el relato de Carlo Collodi “Las aventuras de Pinocchio” (1880) -la historia de un muñeco de madera que quiere devenir en humano- y utilizaba el mito como un aparato de visión para leer desde esta clave los diversos capítulos de esta interesante historia. Con la idea de revelar aquella voluntad primigenia de lo informe por llegar a ser, Ramos entreteje figuras y referencias mitológicas en los diversos componentes de su instalación, en donde las abejas, que construyen sus panales sobre las formas escultóricas, cumplen la función simbólica de la reparación.
El trabajo de Ramos es la condensación de una intrincada trama de referencias y obsesiones que incluyen la mitología, la alquimia, el viaje chamánico, la literatura fantástica, la historia del arte, el llamado “cuento de hadas” y los mitos fundacionales de diversas culturas. Durante su residencia en FLORA el trabajo de Ramos se concentró en desarrollar tres piezas particularmente complejas , las cuales pone en relación física y simbólica en el espacio expositivo, consciente de que la exposición es un medio que posee su propia dramaturgia. Ramos construye un recorrido que arma un entramado de tensiones entre varios conjuntos potentes de obras: unas vértebras de cachalote fósil que han sido intervenidas y reparadas por colonias de abejas; Alvedo (2015), un corazón de plata construido a partir de una tomografía digital del corazón del artista; y Phobos, (2015), representación de una de las lunas de Marte realizada en bronce. La instalación culmina en una obra anterior de Ramos pero que resulta seminal en su trabajo: Nigredo (2011). Esta obra es el registro de una acción en la cual el artista, referenciando el mito griego de Diana y Acteón y ornado con unos cuernos de ciervo en cuyas puntas hay lápices, marca en tres tableros los símbolos de las materias arquetípicas de la alquimia: sal, azufre y mercurio. Esta obra se escenifica las tensiones entre el orden y la nada, Eros y Thanatos, lo masculino y lo femenino, la unión y la separación, el amor y el miedo, la razón y la intuición, la vida y la muerte.

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Enfrentarse a la obra de Ramos intentando explicarla desde la razón es una tarea inútil, pues las relaciones iconográficas, míticas y narrativas son múltiples e intrincadas y escapan a una lógica racional. Pero las piezas poseen tal potencia escultórica y densidad conceptual que pueden funcionar -como lo hace siempre el arte más potente- con independencia de su inteligibilidad discursiva. Los relatos míticos invariablemente apelan al inconsciente, operando más desde la intuición que desde lo racional. Como lo anota Cotterell, su potencia radica en “el destello de la penetración interior que ilumina la estrechez de la explicación prosaica, e impulsa el intelecto a reconocer la necesidad de una comprensión más adecuada. Los mitos poseen una intensidad de significado análogo a la poesía”. Como en un Memento Mori, Ramos nos invita a un viaje de confrontación con la conciencia de nuestra propia finitud a través de mitos y ritos arcaicos actualizados escultóricamente en el presente. Como afirmara Kerenyi: “la mitología, como la cercenada cabeza de Orfeo, continúa cantando en la muerte, y desde lejos”.
José Ignacio Roca
Director Artístico
Flora ars+natura